La cruz de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de Barrio Triste se transformó en el 2007 en la cruz que consagraba y adornaba la sala de una casa. Instaurada sobre el techo de la iglesia, a 38 metros de altura, rodeando la cruz, una casa con muebles, televisor, ventana, cortinas, piso de baldosa. Para entrar había que subir unas escaleras de andamios. “Por favor, susúrrame algo al oído” es el nombre de esta intervención del artista japonés Tatzu Nishi en el marco del encuentro internacional de arte contemporáneo MDE07 “Espacios de hospitalidad”. La casa fue visitada no sólo por personas del círculo del arte, también por transeúntes curiosos que sucumbían a la novedad. La intención del artista era cambiar la percepción sobre objetos cotidianos.
Una imagen parecida a la obra de Tatzu Nishi es la reubicación que hoy planea la administración pública de Medellín de las casas familiariares de varias zonas de la ciudad en apartamentos a varios metros de altura en los que las dinámicas barriales y el tejido social construido por más de 30 años se rompe. Esta reubicación está relacionada con el deseo de las administraciones del siglo XXI de la ciudad de colocar a Medellín en la agenda de la comunidad internacional, con términos como innovación e urbanismo social. Para esto, se han planeado unas áreas de intervención en el Plan de Ordenamiento Territorial 2014-2027.
Mientras la Alcaldía adelanta esta reestructuración territorial, algunos ciudadanos hablan sobre el futuro de Medellín. La segunda pregunta clave del Ciclo de Conversaciones La vida futura del Centro Cultural Moravia es Dónde vamos a vivir en Medellín. Una pregunta sobre el espacio, el lugar que habitamos, las expansiones, las fronteras, las estratificaciones.
Con el Acuerdo 40 del 2015 (noviembre 24) el Concejo de Medellín creó el concurso Marca de Ciudad, luego reglamentado mediante el Decreto 162 de 2017. El concurso se define como una estrategia de marketing territorial, con el fin de aumentar la inversión, el turismo, el comercio y crear una identidad. De las propuestas presentadas ninguna fue escogida, y se lanzará una segunda convocatoria.
Ante este proceso en el que Medellín empieza a considerarse un producto, Daniel Gaviria, docente de la Facultad de Comunicación Social de la UPB-Medellín, se pregunta si “¿pensamos la ciudad para un turista, para venderla como una ciudad cluster?, que es muy bonita de fachada, con un montón de procesos de dolor, de miseria, de violencia o delincuencia por dentro, ¿o es una ciudad pensada para los mismo habitantes de todos los territorios?”
Medellín es un vividero
La violencia, la desigualdad económica y social, los carteles del narcotráfico, las bandas criminales y el sicariato que se desarrollaron y agudizaron en las últimas dos décadas del siglo XX no han hecho que Medellín deje de ser un vividero para sus habitantes. “Metrallín y Mierdellín son términos que oímos todos los días, pero al mismo tiempo casi todos los habitantes de la ciudad sienten que están en el mejor de los mundos posibles, que la ciudad sigue siendo bella y atractiva”, así dijo Jorge Orlando Melo, durante su intervención en el Seminario Alternativas de Futuro en 1994, un año después de la muerte de Escobar. Palabras que se actualizan con el arraigo de sus habitantes así como con la población de otras ciudades y países que vienen para quedarse para hacer su vida o por largos períodos de tiempo.
Transformación es la palabra clave de los discursos y proyectos políticos desde la administración de Sergio Fajardo hasta hoy. Las administraciones públicas hablan del “milagro de Medellín”, que consiste en pasar de ser la ciudad más violenta del mundo a ser un destino turístico, de prestación de servicios, de distritos económicos y de inversión extranjera. Sin embargo el día a día de la ciudad nos demuestra que la violencia no se ha ido, está en los barrios, en los parques, en las comunas (incluyendo la 14), “porque esta ciudad tiene su doble moral”, como cantarían Los Árboles en los noventa en su canción llamada Medellín. Durante mayo del 2019 el helicóptero de la Policía rondó el cielo del Valle de Aburrá anunciando por el altavoz una lista de los más buscados, ofreciendo recompensa por información, a la par que transmite miedo con este tipo de medidas de seguridad.
Pero el contraste de la realidad con los discursos oficiales no sólo se da en el tema de la violencia, se da en muchos barrios que siguen siendo informales y/o ilegales, donde se hace necesaria la resistencia comunitaria.
¿Barrios verticales?
Paralelo a la marca ciudad de Medellín, el Plan de Ordenamiento Territorial 2014 – 2027 y el Título V del Acuerdo 48 del 2014 plantean tres Áreas de Intervención Estratégica, que corresponden a: 1) AIE MEDRío, el corredor del Río Medellín y su área de influencia 2) Bordes Urbano y Rural asociados a los Cinturones Verdes y 3) Transversalidades, zonas de influencia de las quebradas La Iguaná y Santa Elena.
Estas intervenciones se plasman en los documentos públicos con el término Tratamiento de renovación urbana. En el artículo 236 del Acuerdo 48 del 2014 la renovación urbana se describe con palabras como: deterioro físico, social y ambiental, conflicto funcional, transformación, reurbanización, potencialidades de edificación o subutilizadas. En Medellín son un total de 48 polígonos que corresponden a 1.045,004 hectáreas pensados para realizar esa transformación que se promueve a la par que la marca ciudad.
Para Luz Mila, habitante y lideresa de Moravia, una de las áreas de intervención, la renovación urbana es “borrón y cuenta nueva, (…) uno dice ¿qué fue lo que hicimos todos estos años para que la institucionalidad venga a decir que aquí lo que se va a hacer es simplemente unos edificios?, unos edificios a los que nuestra economía no va a alcanzar”.
En 1976 donde hoy se encuentra Moravia, el alcalde Guillermo Hincapié Orozco decidió disponer del lote donde se pensaba construir el Parque Norte como depósito de basuras, pensando que iba a ser provisional. En 1983 la cantidad de basura ocupaba 10 hectáreas. Ese mismo año se convirtió en el territorio habitado por 15.000 personas. Así cuenta la historia de Moravia el investigador Gilberto Arango Escobar, en el artículo “Moravia, una historia de mejoramiento urbano”. En 1983 también se firmaron los Bonos de ayuda mutua. “Un día todos nos paramos frente a la Alcaldía y dijimos ‘bueno, no tenemos dinero, entonces le vamos a pagar esta tierra con trabajo’ y nos pusimos a trabajar todos, trazamos las calles, pusimos los alcantarillados, pusimos la luz”, dice Luz Mila.
La historia de Moravia es la historia de muchos barrios que se originaron como asentamientos sin planificación. “Moravia al ser un barrio de ladera, [a las orillas] del río, (…) le demostró a la ciudad que podíamos ser una centralidad”, afirma Gisela Quintero habitante de Moravia, quien fue invitada ser parte del Observatorio de Seguridad Humana por su conocimiento empírico a través de su trabajo comunitario. Esta centralidad que surgió gracias al esfuerzo comunitario es la que hoy se vuelve objeto de deseo de intervención por parte de la Alcaldía, y entonces el suelo habitado por una población adquiere un potencial de valorización económica, generando el desplazamiento de esta población. El Plan Parcial de Moravia (Decreto 0321 del 2018) es el documento público que plantea la renovación urbana de este territorio.
¿Cómo podemos leer las iniciativas del POT y de la Alcaldía de renovación e intervención? Juan Miguel Gómez, arquitecto y docente de la UPB, comenta sobre las tendencias urbanísticas de Medellín: “estamos hablando de una especulación inmobiliaria y de una burbuja que va a crecer tanto, porque Medellín es tan innovadora y es tan atractiva en términos de negocio, que de repente los políticos y empresarios que tienen el poder de construir están pensado en todas las zonas para hacer negocios inmobiliarios”.
Para Juan Miguel es importante la cotidianidad; preguntarse “cómo construimos la cotidianidad, que no es modelo de negocio, es vida (…) Vale la pena pensar en el lugar, porque el lugar es una porción de tierra, pero también es tiempo, ocasión y oportunidad”. Dice que hay que comprender que la planeación urbana es el “diseño de la vida”.
¿Cuál es el costo de la transformación de Medellín?
Cuando se habla de la transformación de un espacio de la ciudad, se habla de los beneficios de la nueva infraestructura, del cambio estético, de la nueva población que llega a habitar ese espacio y se beneficia, pero poco se habla de la población que residía antes en el espacio y que en muchos casos lograron por sus propios medios la primera transformación del mismo, haciéndolo habitable.
El término gentrificación no aparece en el Acuerdo 48, sin embargo es un término también asociado a la renovación urbana. Daniel entiende la gentrificación como un proceso en el que hay “unos territorios [que son] entendidos como zonas de alto riesgo, o así las vende la administración pública para poder desplazar. En Colombia quien genera desplazamiento rural y urbano es el estado, mucho más que cualquier grupo armado en el país (…) Hay zonas que se dicen que son de alto riesgo y se desplaza una comunidad entera porque ahí no se puede vivir, porque es un peligro geográfico; [y luego] ahí mismo se construye un centro comercial enorme, muy pesado, que ese sí no se cae”.
Este es un proceso no ajeno a otras ciudades del planeta, utilizado por primera vez para describir desplazamientos poblacionales en Inglaterra y Francia. La gentrificación sucede cuando una población de un estrato social menor es desplazada con el fin de intervenir el territorio que ocupan ya que es considerado de mejor aprovechamiento por una población de estrato más alto o por la administración municipal.
“¿Hicieron todo este desarrollo urbanístico alrededor de Moravia para gentrificarla o para ayudar a Moravia?, esa es la pregunta que uno se hace hoy en día. Todo ese desarrollo urbanístico (…) ¿era para quién? ¿Qué se estaba pensando la ciudad? (…) si eso era para gentrificar el territorio, para darle un valor agregado no a su gente si no a su tierra, para luego poderla comerciar, entonces nos comimos toda la carreta política”, dice Luz Mila.
Al consultar con la docente de la Universidad Nacional Gilda Wolf si Moravia es un caso de gentrificación, dice que sí y explica que los POT de la ciudad de 1999 y 2014-2027 planean el desarrollo en torno al Río Medellín y buscan generar varias centralidades en la ciudad, en vez de un solo centro, como era el modelo urbanístico tradicional alrededor del parque o la plaza. Sobre los Planes Parciales que buscan el desarrollo del POT dice que “el Estado lo que hace es expropiación, y cuando hacen esas intervenciones (…) ese cambio hace que la gente que viva ahí no va a poder pagar por el [barrio que habitan], la ciudad le resulta muy costosa para vivir. Eso hace que se cambie la estratificación socioeconómica de la gente que vive al lado del Río”.
Gilda da otros ejemplos claros de gentrificación en la ciudad como la construcción del Parque Bicentenario que desplazó al barrio La Toma, las urbanizaciones del sector La Mota que desplazaron a Belén Rincón, Parques del Río que excluyeron a la población de Barrio Colombia que antes vivían de sus talleres mecánicos en ese sector al lado del río. “Todos estos procesos de gentrificación casi que se están dando permanentemente. Todos los planes parciales tienen incorporado un cambio de uso y un cambió estrato socioeconómico”, agrega.
La construcción de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús de Barrio Triste, donde Tatzu Nishi realizó su intervención artística, fue impulsada por el sacerdote Valeriano Moncada con el fin de disipar la expansión y concentración de lo que entendían como degeneración en el barrio Guayaquil: el barrio de las cantinas, los prostíbulos, el tango y los obreros, y también del comercio, hoteles, restaurantes, haciendas y la plaza de mercado. Y aunque en este caso no había un cambio en la valorización del suelo, sí es un ejemplo de cierta población que incomodó a la administración pública y a quienes respaldan la moral religiosa en la Medellín.
Mientras la administración plantea intervenciones, distritos económicos, de innovación, clusters, la comunidad responde “¿Cómo decidió Moravia vivir? decidió no dejarse gentrificar. Decidió no ser el patito feo de esta ciudad, ser el corazón de esta ciudad”, dice Gisela. Una frase que apela a esa resistencia barrial tan marcada y necesaria para la identidad de esta ciudad. A su vez, Luz Mila manifiesta que “Moravia de este cuento de la renovación urbana tiene que hacer un pare, un alto, y desde Moravia Resiste decimos: ‘aquí no tienen nada que hacer, se pueden ir con el desarrollo a otro lado’; ¿desarrollo para quién?, ¿qué es desarrollo?, ¿cómo se está manejando la palabra desarrollo en esta ciudad?”.
Al imaginarnos un futuro en Medellín, quedan muchas preguntas sobre lo que será de ella bajo este marco de la innovación y la transformación, ¿qué pasará con barrios como Moravia en diez o veinte años?, ¿se podrán hacer los convite, los sancocho, los diciembre en la calle y todo lo que hace parte de la autogestión comunitaria y la cotidianidad?, ¿qué pasará con la identidad de Medellín?, ¿sobrevivirán valores comunitarios como esa resistencia, capacidad de organización social y autogestión? Para esto, Luz Mila también tiene una respuesta, dice que “lo más importante es reconocer esta ciudad como de nosotros que la hemos construidos, que hemos hecho parte de las transformaciones (…) lo no reconocido por la institucionalidad, como son los barrios de las periféricos”. Y aunque la Alcaldía se planea un horizonte de edificios y grandes construcciones, la comunidad se sigue planeando sobre el derecho de su propio territorio.