Itinerarios


El arte también migra

Se llama Jaime Javier Contreras Duarte. Es bailarín y actor. Llegó de Mérida a Medellín por una temporada corta pero después de 8 meses, cree que la ciudad es un buen lugar para quedarse.  Aquí las travesías de viaje de un artista que literalmente se fue con su música a otra parte.

Viajar ¿Volver?

Jaime  decidió viajar a Medellín por una oferta laboral para dictar clases de baile en una escuela de folclor. El trabajo era provisional, durararía tres meses tiempo suficiente para reunir un poco de dinero antes de regresar a Mérida, la ciudad donde nació hace 30 años.

Tenía un plan sencillo, hacer  recorridos por trayectos para economizar recursos. La primera estación fue Ocaña, Santander. Allí participó en un festival de danza internacional donde conoció algunos colombianos que le ofrecieron transporte para llegar hasta  Bucaramanga. Él pensó que no le iban a cobrar, que como dicen en Venezuela le estaban haciendo “la cola”. Su desconcierto no pudo ser mayor cuando tuvo que pagar todo el valor del transporte, así que en su presupuesto quedó exactamente el dinero para pagar los pasajes hasta Medellín. Ese era apenas el principio de su pequeña odisea, porque como Jaime dice entre risas, su viaje fue toda una locura.

Después de todo un día de camino llegó a Bucaramanga a eso del mediodía  pero debió esperar hasta las nueve de la noche para retomar el viaje. Aunque se le cerraban los ojos del sueño, Jaime temía que le robaran sus pertenencias así que esperó pacientemente abrazado a su maleta a que llegara el bus, donde podría dormir tranquilo.

Durante las primeras horas de recorrido el artista venezolano durmió profundamente hasta que un intenso olor a quemado y algunos gritos lo sacaron de su esperado sueño. En medio de la confusión comprendió que el bus se estaba incendiando y que debía salir rapidamente de allí. Entre dormido y asustado, salió por la ruta de evacuación olvidando su bolso de mano con los papeles de identificación, la tableta y la comida que le quedaba. Tenía dos opciones, volver al bus y arriesgarse en medio del humo para  recuperar sus cosas o perder lo poco que tenía. Jaime eligió lo primero. ¿Cómo estar indocumentado en un país que no conocía? 

La suerte estuvo de su lado y recuperó sus pertenencias. En medio de la carretera oscura, a la espera de un nuevo bus Jaime se preguntó si el incendio era un indicio sobre la suerte que le esperaba en Medellín.

 

Tener un lugar 

Como licenciado en artes escénicas y actuación Jaime disfrutó del trabajo docente  en la escuela de folclor que lo había contratado, allí ponía en práctica todo lo aprendido en Mérida como bailarín, actor y recreacionista. Una vez se acabaron los meses de contrato pensó en regresar según el plan inicial. “Yo no decidí migrar sino que me tocó quedarme”. El detonante de su decisión fue su madre. “Ella me dijo que me quedara o me fuera a algún otro país pero que a Venezuela no regresara”. 

En su país las cosas iban empeorando, ya los alimentos estaban más caros, algunos no se encontraban en el mercado, su madre sobrevivía con la pensión, pero su hermana estaba próxima a tener un bebé y por esa razón no podía laborar. “Todo lo que hago aquí es para mantenerlas a ellas”.

Inició un camino de múltiples trabajos: era profesor de baile, recreacionista los fines de semana y vendedor de ollas. Incluso consideró ser modelo webcam en un momento donde se tardaron en pagarle y no tenía como asumir sus gastos básicos.

 “Fue algo que pensé que nunca haría y ver que lo iba hacer empujado por la necesidad fue muy difícil. Gracias a Dios no se dio y se me abrieron puertas por otros lados” cuenta el bailarín venezolano.

Puertas que lo llenaron de felicidad y le permitieron mostrar su talento. Ahora hace parte del primer elenco del grupo Ritmo Extremo donde obtuvo una beca para continuar bailando. Actualmente, es profesor de baile en varias academias y es recreador y coreógrafo en una empresa de recreación.

Pretende establecerse en Medellín, traerse a su mamá, hermana y sobrino para que ellos puedan tener una mejor calidad de vida en la ciudad que le demostró cómo con esfuerzo y esperanza, a veces los malos presagios pueden transformarse.

“Siento impotencia saber que las cosas van empeorando y no puedo hacer nada. Aunque cambien los gobernantes será muy difícil porque la mentalidad de los venezolanos está muy mal. No les importa el prójimo”. 


Fuente: Revista ¿Qué Pasa? Edición 28 / Voces de la migración venezolana

Por: Verónica Bárcenas

Fotografías: Laura Yazmín Rodríguez