La ciudad de Medellín presenta unas transformaciones constantes, su visión de progreso y su ampliación como urbe, ha implicado pasar por encima de espacios donde el relato colectivo se ha unificado alrededor de hechos y de estéticas particulares. En este sentido nos hemos permitido transitar memorias y lugares que nos cuentan sobre historias de cambios. Calles con pronunciadas curvas que antes eran del “Diablo” y ahora son de la “Virgen” o sobre teatros referentes de la modernidad de la Medellín de los 70 y 80, convertidos algunos de ellos en moles de cemento sin habitantes y en escenario de prédica religiosa.
Vamos a vivir juntos memorias de espacios de diversidad, escenarios de descontento y plazas públicas que se convierten en lugares para soñar un mundo mejor posible.
Pero… ¿Qué es un lugar de memoria? Un lugar es más que una localización, es un espacio significado, cargado de sentidos. El lugar es donde se dan los vínculos, las relaciones y las pertenencias, además de simbolizar una historia. Los lu gares de la memoria tienen algunas características: son materiales (existen) Son funcionales ya que son la base de las memorias colectivas, y son lugares simbólicos porque expresan la identidad del colectivo, en este sentido los lugares de la memoria son construcciones que nacen de los procesos sociales. (Nora, 2009)
Un lugar de la memoria es un lugar para la “memoria colectiva”. Si bien un lugar de memoria es un lugar para recordar y no olvidar, también es interesante saber de qué manera la sociedad reconstruye sus procesos de recuerdo, es decir, cómo se dan sus memorias colectivas, cómo se construye tejido social a partir de estas mismas memorias.
Los lugares de memoria no siempre responden a un ejercicio de planeación urbana o a una decisión estatal. En ocasiones, son resultado de dinámicas sociales que surgen como marca de experiencias sensibles. De este modo el lugar vincula vivencia, sentido y recuerdo. Se expresa como referente simbólico de sujetos y comunidades que otorgan significados a estos espacios que vienen a mostrarnos prácticas, costumbres e imaginarios, tanto del pasado como del presente. Esto es precisamente lo que ocurre en la “Curva del Diablo” ubicada en la Avenida Regional, antes de llegar a lo que conocemos hoy como el Puente de la Madre Laura, en el barrio Aranjuez. En términos concretos la curva es una variación de la vía, que en principio no encierra nada memorable. Pero esta, la del “Diablo”, es distinta porque condensa para los habitantes de Moravia el miedo y la violencia las memorias de una Medellín en guerra.
“Una de las cosas que no se me olvida de este lugar era que varias de las vecinitas que vivíamos por ahí le teníamos mucho miedo porque la curva fue mucho tiempo un lugar que no tenía luz entonces uno pasaba por ahí casi a ciegas. Y a parte del nombre nosotras creíamos que verdaderamente ahí pasaban cosas con el diablo porque a nosotras nos persona que tiraron, la persona que degollaron, nos tocó ver cosas muy aterradoras”. Zarahi Mazo recuerda las emociones que despertaba ese lugar en la niña que fue, recuerdos que otorgan al lugar un sentido casi místico donde el mal era conjurado por el padrenuestro que repetía con sus vecinas mientras atravesaba la curva. Para Oliva Bedoya “la Curva del Diablo” fue de los peores infiernos que hubo en Moravia. “Tiraban gente que uno no distinguía, que lo traían de otro lado, era muy duro vivir cerca a un lugar que tenían como un cementerio”. Para un taxista que no quiso revelar su nombre “Esa curva era de respeto. Le atravesaban piedras o palos a los carros para robar les, usted frenaba y ahí mismo le estaban cayendo para quitarle lo que llevará”. Precisamente, cómo cuentan los testimonios, la “Curva del Diablo” se hizo tristemente famosa por ser uno de los puntos reconocidos en Medellín para el abandono de cadáveres sin nombre. Estos muertos se configuraron como otra forma del miedo que se sumó a los constantes accidentes de tránsito, los atropellamientos y los atracos que crearon un imaginario de dolor y muerte alrededor de este lugar de memoria que evidencia una huella aún más profunda: la guerra urbana del narcotráfico que tocó de una u otra manera a todos los habitantes de Medellín. Hoy las intervenciones estructurales en la Avenida Regional le dan otra apariencia al sitio, que en nada se parece ya a la antigua curva. Hasta el nombre fue cambiado y se ha propuesto que se le llame Curva de la Virgen, sin embargo como dice Zarahi “le pueden cambiar el nombre pero nunca le vamos a decir así,” quizá porque la forma de nombrarlo está ligado estrechamente a aquellas memorias luctuosas que sobrepasan las formas del presente.
Área de Fomento de la Memoria Barrial
Centro de Desarrollo Cultural de Moravia