Trabajo informal y migración
Caminamos las calles de la Comuna 4 en diferentes momentos del día. Entre los venteros de siempre, buscamos a los comerciantes venezolanos. Las circunstancias no son siempre las mismas: unos se van, otros resisten, otros se enferman. La migración se vive hasta en lo que queremos emprender, nos toca irnos, nos toca sacar fuerzas para ser estrategas de nuestro destino.
Migración movimiento que se constituye como fenómeno geográfico de relevancia para la comuna 4, Medellín, el país y el mundo. Literalmente es un asunto que nos mueve, nos pone a pensar que está sucediendo con la política, la democracia y las decisiones económicas en cada latitud del globo.
Ser humano, ser ciudadano en la actualidad nos pesa. Parecemos más unas máquinas en zonas de confort, trabajando para llevar una vida digna, para sobrevivir. “Si no hay casa pa´que zapatos” es el pensamiento que se cruza cuando vemos lo que pasa en las calles de Medellín. ¿Si no hay trabajo con qué comemos? ¿Cómo sobrevivimos?
Estamos en el rebusque, “aquel trabajo temporal sin sueldo seguro, ni garantías que se realiza para suplir el trabajo estable que no existe”. En esas estamos los colombianos, a esa lucha entran los venezolanos. Así lo vemos al recorrer las calles de la comuna 4 donde observamos el crecimiento de los negocios informales: carros a la venta de perros calientes, empanadas, arepas rellenas, palitos de queso, crispetas, arroz con leche, todo lo imaginado en pro del rebusque.
Una lucha no solo de aquellos habitantes que llevan años en las ventas, si no también de aquellos que vienen pensando en sacar adelante su familia desde la lejanía.
Vender coladas
Astrid llegó a Medellín hace 6 meses, procedente de Zulia, acompañada de su esposo, su hija de 4 años y su papá de 81, un colombiano que regresa al país luego de haber vivido durante 50 años en el vecino país. Aunque son profesionales la única opción de trabajo posible hasta el momento es la venta de colada, cerca al parque de Aranjuez.
¿Qué opina sobre la migración?
En algunos países europeos te puedo decir que la migración se da para mejorar calidad de vida. En Venezuela se está viviendo la migración por la necesidad de comer básicamente, por la necesidad de medicamentos y salud.
Esta situación me ha generado muchos sentimientos encontrados, me ha llevado a valorar lo que realmente teníamos en Venezuela, a valorar no solo lo material, sino lo espiritual. Nosotros acá hemos conseguido personas maravillosas, como también personas que por vernos y decir que somos venezolanos nos han mirado mal, pero te puedo decir que son contados. Aquí nos han obsequiado cosas, dinero y nos han permitido poner nuestros negocios.
¿Cuáles situaciones impulsaron su decisión de dejar Venezuela?
Gracias a Dios teníamos buena solvencia económica, pero era difícil conseguir la comida aun cuando teníamos dinero. La luz se nos iba por decirte 3 o 4 veces al día, se nos dañaban los productos en la nevera. Mi niña prácticamente no podía ir al colegio porque de 5 días de la semana iba 2, porque no había luz en su escuela. La misma situación nos estaba acorralando, así que decidimos emigrar, sobre todo por mi niña que apenas está empezando su vida y no queremos negarle las oportunidades de vivir mejor.
¿Cómo les va con la venta de la colada?
Me ha generado mucho estrés porque nosotros vendemos aquí algo que en Venezuela llamamos chicha y acá lo conocen como colada y no es igual a la que consumen acá. La gente no es muy receptiva a consumirla a pesar de que es muy deliciosa. Son muy regionalistas y es duro entrarle a la comunidad. Realmente se vende muy bien en Venezuela, por eso decidimos colocarlo acá, por que pensamos que iba a ser muy bien aceptado. Bueno no ha sido así, poco a poco hemos obtenido clientes, más que todo los venezolanos porque ya la conocen.
¿Este negocio les permite vivir bien en Medellín?
Nos ha costado mucho porque en Venezuela cuando íbamos a un supermercado teníamos dinero pero no había nada para comprar. Aquí es al contrario, hay de todo pero no tenemos el dinero. Te puedo decir que en el día podemos vender 10.000 o 20.000 pesos pero de ahí tenemos que comprar el material para hacer la colada y comprar nuestra comida. Es duro.
Mi esposo es abogado y yo soy licenciada en recursos humanos, desde el día que llegamos hemos buscado empleo en nuestra profesión y no hemos conseguido, así que la venta de coladas es nuestra única fuente de ingresos.
Hemos conversado con mucho colombianos y ellos nos dicen que tenemos que tener paciencia porque hay muchos egresados profesionales y obviamente las empresas prefieren contratar personal colombiano. Entonces nosotros sabemos que no es sencillo que nos vayan a contratar en una empresa y tampoco es sencillo que nos vayan a comprar una colada cuando no es algo de acá.
¿Cómo les va con los demás venteros?
Bueno, realmente no hemos tenido ningún tipo de inconveniente, al contrario, las personas que ya laboran acá como informales nos han dado consejos de cómo pudiéramos laborar, a qué horas es más movido.
Decidir salir de la tormenta, de una pesadilla
“Al momento que decides abandonar tu país, no importa si eres profesional o de un estatus alto, solo te llenas de coraje para dar lo mejor de ti en otras naciones con culturas y creencias distintas. No importa si tienes que trabajar como mesero, ayudante de cocina, buhonero, estilista, manicurista y panadero, simplemente te enfocas en enaltecer cualquier habilidad laboral que quizás en nuestro país nunca llegamos a considerar.
A mis 24 años tomé la decisión de querer ser una emigrante más, ya que en mí la desesperación y angustia crecían cada vez al no saber que podía pasar por ser joven profesional y no tener las oportunidades laborales y económicas. Por eso, en el presente año junto con mi prima viviendo la misma situación, decidimos salir del país y escoger como destino Colombia-Medellín encontrando una ciudad muy linda, organizada con personas amables y queridas.
Cuando llegué la rutina era salir bien temprano en la mañana a buscar trabajo y llegar en la noche cansada con la esperanza de que alguien me llamara para trabajar. Tuve muchas experiencias negativas de hombres que se acercaban con la falsedad de querer ayudar insinuando propuestas indecentes.
Ya la desesperación se apoderaba de mí al ver que no conseguía trabajo, pero un día visité un salón de belleza donde decidieron darme la oportunidad como manicurista. En lo personal le agradezco a Colombia por brindarme todas las herramientas para lograr tener una estabilidad. No es fácil ser emigrante, dejar a las personas que más queremos, extrañarlos, no poder abrazarlos, perder tiempos importantes de sus vidas, que no se recuperaran jamás, pero te llenas de esa fuerza y valentía que te hace seguir adelante”.
Fuente: Revista ¿Qué Pasa? Edición 28 / Voces de la migración venezolana
Por: Laura Yazmín Rodríguez y Diego Galeano