Sombras e iluminaciones tergiversadas por los árboles, la contraposición de las esquinas, los balcones salidos, que además cuelgan plantas y ropa, las terrazas con sus tendederos, que funcionan también como zonas de juego, y las planchas que con sus ladrillos, se transforman en una nueva casa.
Hoy las condiciones especiales que vivimos en medio de una pandemia que nos ha confinado a nuestras casas, donde las ventanas físicas, o los dispositivos móviles como ventanas al mundo, son el único resquicio que nos ha quedado para seguir encontrándonos con el otro.
En confinamiento, las ventanas virtuales, y también las físicas para algunos, son el único resquicio que aún nos permite encontrarnos con el otro. La casa, es el lugar de las memorias colectivas, contenedor de historias y relaciones estéticas que incluso pone en disputa las relaciones de poder. Nos permite encontrarnos en las luchas, esenciales en un barrio hecho a fuerza de convites. La lucha por tener un lugar para resguardarse en el mundo, por tener una casa y un hogar donde se pueda vivir con la gente amada. La lucha por tener la certeza de la tenencia de una vivienda digna, y de que en esta tierra hay múltiples historias habitadas De puertas para adentro.
El “borondo” es una palabra popular, presente en el habla cotidiana. Un vocablo que no necesita ser reconocido por la Real Academia de la Lengua Española para existir en las calles con significados múltiples como: salir a pasear, buscar diversión, caminar sin rumbo fijo.
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