Vivas nos queremos
«Cuando el dolor abandona las estadísticas y nos atraviesa como puro dolor, cuando celebramos la palabra porque nos abre a lo inconmensurable, a lo indecible. ¿De qué hablamos?» Héctor Smuchcler
Nidia
A pesar de los avances históricos en términos de acceso y garantía de derechos para las mujeres en Medellín, la violencia de género es todavía una problemática presente en nuestra sociedad. Nos aproximamos al testimonio de dos mujeres víctimas de violencia intrafamiliar, dos trayectorias personales distintas que se encuentran en el dolor del maltrato, pero sobre todo en la fuerza y los aprendizajes que les permitieron transformar su realidad.
Nidia vive hace 46 años en Moravia, el barrio que ha visto crecer y que ha ayudado a construir. Su vitalidad y alegría se notan en cada uno de sus movimientos, ella organiza la navidad comunitaria y es una de las participantes más comprometidas de El Costurero en el Centro de Desarrollo Cultural. Nidia conoce de cerca lo que significa la violencia y el miedo porque los ha vivido de muchas formas: de puertas para adentro en la intimidad de su hogar, y en las calles de una ciudad en las que perdió a tres de sus cinco hijos. Lejos del rencor Nidia recuerda hoy parte de esa historia, en la que aprendió que reconciliarse con su valentía era el único camino posible para salvarse a sí misma.
Me llamo Nidia Amparo Arango, tengo 70 años, soy ama de casa y trabajo independiente. He tenido negocitos de comidas rápidas, callejeros, trabajo también con los catálogos. Yo me rebusco la vida. Nací en Yarumal pero llegué a Medellín con la familia de 7 años, prácticamente soy de acá.
A Jairo mi ex esposo lo conocí a los 15 años en Castilla, éramos vecinos. Él era muy trabajador. Empezó ayudando así en una carpintería y de un momento a otro ya fue ebanista porque aprendió demasiado.Duramos dos años y medio de novios. Me casé muy chiquita porque mi papá con esa acosadera siempre decía: “Usted qué piensa pues, calentando silla no puede estar, o se casa o se retira”.
Jairo era una belleza, ah no, el novio querido. El primer año de casados era esa felicidad, no ave maría, mejor dicho… la demora fue tener el primer hijo y ya las cosas fueron cambiando. La primera agresión fue cuando el niño tenía 8 meses. La segunda vez que me pegó él estaba trabajando. Yo sabía que a las 6 de la tarde tenía que tener la comida lista pero llegó a las 5, me faltaba sino freír los chicharroncitos. “Es que cuando yo llegue tiene que estar la comida en la mesa”. Eso era una autoridad y ahí mismo sabe qué tiró la paila por allá y a mí me aventó desde la cocina hasta el solar.
“Jairo era una belleza, ah no, el novio querido. El primer año de casados era esa felicidad, no ave maría, mejor dicho…”.
Había violencia verbal y física porque me decía “Usted no sirve para nada, yo no sé porque me casé con usted, usted es una ignorante, usted esto y lo otro…” No podía estar tranquila. Yo pensaba ¿Qué me irá a hacer hoy? Nunca dormía. Como yo sabía que él venía a maltratarme entonces no me ponía pijama, estaba lista por si tenía que irme corriendo. Eso sí trabajaba y llevaba comida como un bobo, pero esa comida me costaba a mí caro. Era el mejor de la cuadra que le mercaba a la mujer, pero ¿para qué? Al otro día me sacaba ese mercado a punta de golpes.
Él bebía pero nunca me dio brega por mujeres hasta que ya se metió con una sobrina mía y ahí sí se me dañó la vida completamente. Dejó a la sobrina en embarazo al mismo tiempo que a mí. Él se sentía el rey, el macho, porque todas dos estábamos embarazadas. Las niñas nacieron el mismo día, eso es todo una historia…Ahí completé los cinco hijos porque él no me dejaba planificar. A mis hijos les afectó demasiado esa situación, no tuvieron niñez. Un diciembre, que es donde los niños están alegres, ellos eran de carita triste, eran de pedirle al niño Jesús, pero ¿cuál niño Jesús?, decían, si el de aquí es violento, no nos quiere.
Algún día vamos a descansar de esto, era lo que yo les decía a los niños, hasta que me decidí a buscar ayuda en Bienestar Familiar
Lo peor era que yo no estaba tranquila ni adentro ni afuera de la casa. Adentro por la violencia intrafamiliar y afuera por la cultura que había en ese tiempo de vicio, esquinas de bandas, entonces estaba el miedo de estar en la calle y el miedo de estar en la casa, yo estaba oprimida completamente. Ya con las terapias de los psicólogos me ayudaron mucho, porque el psicólogo me dijo es que usted no es de nadie, porque yo pensaba pues como me casé ya soy de él y él es el que me manda.
—Esto es un lago, aquí hay una casa y ahí vivís vos con tus hijos ¿Vos qué haces al ver que el niño pequeño se va a caer al lago? —, me preguntó el sicólogo.
— Salir a la carrera y no dejar que se caiga — Le respondí.
—Eso es lo que usted debió haber hecho desde un principio. Usted debe salvarse y salvar a sus hijos de la violencia.
Ahí empecé a reflexionar. Llegó el momento en que él no tuvo trabajo. “Aquí hay que traer comida, usted la va a traer
y yo no sé cómo”. Entonces mi mamá me dijo: “Vea mija venga 2 días en la semana para que me arregle el apartamento, yo aquí le doy alguna cosita”. Una vez de las idas allá llegué muy tarde. Cuando volví prum me empujó y caí en la sala. Jairo mi hijo estaba ahí. El pelado ya estaba más crecido, “No, no amá esto no puede seguir así”. Le dije Jairo tranquilo, esta es la última vez y yo ya con valentía, porque había recibido las conferencias del sicólogo, decidí ya no más, se acabó y lo va a saber.
Llegué donde mi familia. Mi papá me dijo: “Definitivo mañana vamos para la Curia a anular el matrimonio. Hasta aquí, no más, porque si usted vuelve con él no la volvemos a recibir más acá, eso ya es sinvergüenzada”. Yo estaba triste pero cuando salí de la casa haga de cuenta cuando le abren la puerta a un pajarito que sale a volar y a escalar.
Las vecinas me empezaron a decir Doña Nidia véngase para la casa, vea Don Jairo le está botando todas sus cositas. Yo del miedo no quería volver allá. Cuando volví, volví con la Ley. Recuperé mi casa trabajando muy duro. La esposa de un sobrino tenía una guardería entonces me dieron trabajo allá. Fui viendo cambios en mi vida, una nueva vida, volví a vivir. Me sentía libre, con valentía.
Jairo ahora vive en el primer piso, vive en el garaje de la casa pero no nos hablamos. Ojalá lo vieran que cambio total
hubo en la vida de él, un hombre que era una elegancia, un hombre que guardaba una agenda bajo el brazo y manejaba sus trabajadores, mantenía su ropa bien pispo y vaya a ver ahora, no hay nada. ¿Por qué? La vida le está cobrando todo lo que hizo.
Ahora en este tiempo ya la liberación femenina tanto derecho tiene el hombre como tiene la mujer, tiene que haber respeto mutuamente, porque en una pareja donde ya no exista el respeto ya no hay nada que hacer. Nosotras
las mujeres tenemos que valorarnos como mujeres y saber que somos berracas pero que a veces hay que buscar
ayuda. ¿Cuál es la ayuda? La defensa, no con violencia, hay que buscar ayuda psicológica, una persona profesional pero nunca dejarse maltratar por otro».
Valentina
A los 24 años Valentina ya conoce lo que representa tener como pareja a un hombre agresivo y machista, que le provocó un aborto como consecuencia de un acto de violencia intrafamiliar. En medio de esta situación límite Valentina pudo comprender que era ella la víctima y no la victimaria, como estaba acostumbrada a pensar, en una relación marcada por el abuso físico, sicológico y hasta económico.
Yo empecé con Mario cuando estaba en Once. Desde ahí se dieron los primeros actos de violencia. “Ay es que a mí no me gusta que usted se ponga falda, es que yo no quiero que usted salga a comer helado con esta persona”.
Luego cuando entré a la universidad a estudiar Derecho, empecé a ver que algo no estaba bien en mi noviazgo. Una
vez fuimos a una reunión familiar, él no quería bailar así que salí a bailar con un primo de él. Al otro día estábamos
durmiendo en su casa y él me halaba el pelo. Me dijo: “No, es que las perras no duermen” y me tiró de una patada de
la cama. Ahí sentí que era violentada pero me sentía culpable, ¿Yo para qué hago esas cosas si a él no le gusta? Más
adelante yo no hacía las cosas por amor sino por miedo. Él todos los días me revisaba el celular, tenía todas las claves, las del correo y el Facebook.
Yo quedé en embarazo de él pero no me sentí feliz, estaba en shock porque no podía asimilar que iba a tener un bebé en medio de tantos problemas.
Yo quedé en embarazo de él pero no me sentí feliz, estaba en shock porque no podía asimilar que iba a tener un bebé
en medio de tantos problemas. A pesar de eso no había pensado en dejarlo porque venía de una familia muy conservadora, con esas creencias de que el esposo es para toda la vida y él iba a ser mi esposo. Estuve hospitalizada por deshidratación y él no estuvo conmigo. Ahí empecé a ver que no quería hacerse cargo de la situación. Esa semana
me dijo que saliéramos a una discoteca, sabiendo que yo había acabado de salir de la clínica. Le dije que saliera él y
claro me dijo que yo con mis amigas sí salía, con esas putas (porque según él todas mis amigas eran unas vagabundas).
Cuando llegó en la madrugada estaba muy ebrio y empezó a jugar con el celular. Le pedí el favor de apagarlo pero no quiso. El ruido era insoportable, me dio mucha rabia y le quité el celular, entonces él me empezó a ahorcar y se sentó en la barriga. Yo empecé a gritar hasta que llegó la hermana. Solo ahí fue cuando reaccioné. Al otro día me fui de la casa.
Empecé a sangrar , y cuando fui a la clínica me hicieron la ecografía y se dieron cuenta que tenía todo ahí acumulado,
me tuvieron que hacer un legrado. La clínica hizo la denuncia directamente en la comisaría porque al doctor le llamó la atención que yo en tan poquito tiempo regresara a la clínica con un aborto sabiendo que días antes había salido bien. Yo conté lo que había pasado y el médico concluyó que era un aborto por violencia intrafamiliar.
Cuando yo le avisé a Mario que había perdido el bebé, a los 20 minutos me llegó un mensaje de la hermana diciendo
que yo era una asesina. Llegó un punto en el que yo me sentía violentada no solo por él, sino por toda su familia. Sin darse cuenta, uno se deja violentar por todo el mundo.
Durante las audiencias con el comisario de familia tuve el apoyo de una abogada de la Alcaldía de Medellín, eso me
pareció muy chévere porque la abogada fue muy atenta. Sin embargo, durante la audiencia el abogado de mi ex novio
dijo que yo sufría de celotipia y trastornos mentales. En cambio cuando hacía la descripción de él decía que venía
de una honorable familia. No hubo ninguna intervención del comisario frente a esos comentarios. Ahí me sentí otra vez maltratada y entendí que yo había vivido todo tipo de violencia: la física, la sicológica y hasta la económica porque en el poco tiempo que vivimos juntos él no aportó nada, en cambio yo me metí en un montón de deudas.
“Durante las audiencias con el comisario de familia tuve el apoyo de una abogada (…), eso me pareció muy chévere porque la abogada fue muy atenta”.
Hay seres tóxicos que acaban con tu autoestima. Yo me sentía muy poquito porque la familia siempre decía: “Mario para qué se consigue una novia con esos antecedentes familiares, es mejor que se consiga una novia rica, las mujeres pobres y con tantos problemas no sirven”. Llegué al punto se sentir que él me hacía un favor al ser mi novio.
Después, cuando puede hacer terapia con un bioenergético, gracias al apoyo que me dieron en el trabajo, asumí que
no tenía la culpa, porque uno llega al punto de sentir que uno es el victimario y no la víctima.
Una persona violenta nunca va a cambiar y si uno permite el primer signo de violencia eso va a desencadenar un montón de cosas después. La persona que te controla las redes sociales, que te pide como prueba de amor las claves de todo no está enamorada, está enferma. Desafortunadamente perder ese bebé fue el el precio que tuve que pagar para liberarme de esa relación. Ahora por él no siento ni dolor, ni rabia, no siento nada. Fue un aprendizaje muy duro pero que tenía que pasar. En este momento tengo otra relación donde todo el tiempo siento que el motor de un noviazgo es el respeto y amor, nunca el miedo».